Una isla deshabitada desde 1930. Un microarchipiélago dentro de otro archipiélago, el de las Hébridas en Escocia. Este lugar mágico y solitario se llama St Kilda, una enclave gaélico indefenso ante el azote de los vientos atlánticos. Aquí vivieron hombres y mujeres completamente aislados del resto del mundo. Visitantes y etnólogos del siglo XVII comprobaron que estas gentes se sentían felices porque podían hacer pleno uso de su libertad.
Todo esto nos debería hacer pensar en las dificultades de siempre que hoy no tenemos, en la pasión ancestral del hombre por asentarse, por hacer de la tierra su hogar, luchando generación tras generación contra todos los obstáculos.
Hoy esa pasión la hemos perdido porque la libertad y la tierra nos viene dada de fábrica. La vida fácil y el consumismo empedernido nos hace prisioneros dentro de la libertad, como un pájaro sin jaula que no desea volar. Arcángelillos y arcangelillas.. yo os digo cual reverendo de St Kilda: volemos.
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