Opinión: vuelve al ojo del huracán la fiesta nacional para dejar en evidencia el desencuentro -cada vez mayor- entre los aficionados taurinos y los defensores de animales. Por un lado el diestro José Tomás viene de brindar una tarde apoteósica en Las Ventas haciendo vibrar a miles de aficionados con su arte. En el otro extremo la cantante Alaska, viejo icono de la cultura urbana y "modernidad", ha cedido recientemente su imagen para fotografiarse desnuda y denunciar la crueldad de la fiesta.
Seamos sinceros. Alaska tiene razón en que el toreo desde fuera y sin condicionantes es un espectáculo cruel y bastante morboso. No hay nada más desagradable para cualquiera con una mínima sensibilidad que asistir a pueblos donde los animales, ante la incapacidad operativa del diestro en cuestión, se ven muchas veces abocados a una muerte dolorosa, lenta y agónica. Luego morboso también porque aquellos toreros que más se arriman son los que generan más expectación y no precisamente por la estética de los pases...
En el tema del maltrato animal, las asociaciones defensoras de animales son conscientes de que se juegan mucho. Presentar al animal como un "alfilillero" y un mero instrumento de espectáculo puede desembocar fácilmente en torturas, vejaciones y maltratos sistemáticos en muchos otros escenarios.
De ahí que sea necesario en su opinión regular el acceso a las plazas a los menores de edad y sólo permitir dar muerte al toro a aquellos diestros que hayan demostrado sobrada capacidad y precisión en la suerte de entrar a matar.
Ahora bien, erradicar la fiesta a nivel nacional como pretenden es tan incoherente y obtuso como obviar la trascendencia que tiene la fiesta en gran parte de nuestro país. Recordemos que para muchos aficionados y no aficionados, la tauromaquia es una representación ritual más cercana a lo religioso que a lo profano que encarna las pulsiones y emociones más ancestrales: la muerte, la dominación, el amor, la lucha...
Resumiendo, yo creo que entre esas dos percepciones diametralmente opuestas está la cordura. Los toros tienen un componente histórico y cultural incuestionable que debe preservarse. El toro de lidia aunque ostente esa dimensión especial no deja de ser un animal al que se le debe garantizar una muerte sin sufrimientos gratuitos, utilizando los medios a nuestro alcance para rebajar el dolor todo lo posible.
¿Acaso es muy trasnochado sugerir que las banderillas, la pica y la espada estén impregnadas de líquido anestésico?, ¿es también ciencia-ficción pedir que haya un tiempo máximo desde que se entra a matar y disponer de pistolas eléctricas como en los mataderos para evitar que se produzcan muertes lentas y agónicas?
Seguramente alguna de las sugerencias sea una idiotez o un oximorón en si mismo con la propia fiesta, pero la línea de actuación que defiendo es imprescindible si queremos alinear el toreo con el respeto al mundo animal y con la conciencia medioambiental propia de este nuevo siglo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario