Uno de los países más pobres ha recibido la puntilla del fatalismo. Muertos a millares, la miseria cálida y silenciosa se transforma en una tragedia humana incalificable. Una vez más la naturaleza demuestra en Haiti su fuerza inquebrantable frente a la arrogante estupidez humana.
Ahora toca ayudar. Luego habrá que mirar arriba pidiendo explicaciones.
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