Quizá sea el sonido de quienes siempre en una cita esperan hasta el final viendo pasar decenas de parejas cogidas de la mano. Seguramente sea también la fragilidad de quienes nunca se despegan de la barra por la falta de seguridad en si mismos. Bienvenidos también los que después de un largo silencio tropiezan en plateas repletas de espectadores.
Glasvegas, grupo escocés de Glasgow suenan a vanidades adolescentes en los años cincuenta. Cenicientas conscientes de que las calabazas nunca se convertirán en carrozas, cisnes solitarios.
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